Publicado en El Deber el 17 de febrero de 2017

Hace un par de días, un diario le hizo una larga entrevista al excanciller David Choquehuanca, que estaba sacando su pasaporte y se tuvo que enfrentar a la humillante burocracia estatal como simple ciudadano. Estas fueron sus lastimeras declaraciones textuales: “Voy abajo y me dicen: no, primero tiene que ir arriba, tiene que depositar. He hecho fila abajo, luego he ido arriba, me han dicho arriba: no, pero tiene que tener una orden, y dónde saco la orden, abajo, pero por qué no me han indicado eso abajo. He vuelto abajo y ahí me dan la orden para que saque arriba, ya he depositado los 50 bolivianos. Después de depositar me dicen: tiene que irse abajo y yo llevo abajo mi fotocopia de carnet. Hago una larga fila y me dicen: no, son tres fotocopias de carnet. Le digo: pero por qué no ponen eso en la pared…”.

Recuerdo que cuando era estudiante de los últimos semestres de Ingeniería Industrial (Uagrm), fui ayudante de cátedra de la materia Ingeniería de métodos, que en esa época estaba a cargo del reconocido profesional, ingeniero Herman Stelzer. En esa asignatura, todo el semestre los alumnos tenían que hacer un registro y examen crítico y sistemático de un trabajo u operación y proponer nuevas metodologías para simplificar y hacer más eficientes los procesos, incrementando la productividad. Era un tiempo en el que uno se la pasaba observando cómo se hacen las cosas y cómo se las podría hacer mejor, en menor tiempo y a más bajo costo. Para quienes tenemos tendencias obsesivo-compulsivas, estos estudios de tiempos y movimientos los aplicábamos incluso a operaciones tan domésticas como el cepillado de dientes o al estudio sistemático y crítico de las operaciones, procedimientos y pasos que se siguen para tender una cama con mayor eficiencia y menor esfuerzo.

Se me ocurre que todas las reparticiones públicas podrían contratar alumnos de la universidad estatal para hacer levantamientos de los procesos burocráticos que se realizan en la actualidad y que luego presenten propuestas de nuevas metodologías que hagan todo más simple, más sencillo, más eficiente, más cómodo y más barato para el Estado, y, en especial, para sus sufridos ciudadanos.

Junto con contemplar el sexo de las piedras o aprovechar las propiedades afrodisiacas de la papalisa, quizás ahora que el excanciller está en el llano y ha padecido uno de los muchos calvarios que sufrimos los ciudadanos todos los días, podría hacerle llegar esta sugerencia al presidente. Los contribuyentes, que le hemos pagado su sueldo en los últimos 11 años, le estaríamos muy agradecidos

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