Publicado en El Deber el 10 de agosto de 2017

Una amiga, fascinada con la tecnología y la informática, me pasó varias fuentes para que escriba una columna sobre inteligencia artificial (IA), que muchos creen solo existe en el cine de ciencia ficción, y estaría lejos de nuestra vida diaria. Hay centros de investigación, en todo el mundo, desarrollando sistemas que tratan de emular el pensamiento humano y automatizar actividades cotidianas para la toma de decisiones, la resolución de problemas y el aprendizaje, que podrían ser una amenaza para la estabilidad laboral de muchos.

El reto de la IA es comprender aspectos del funcionamiento de la mente para poder introducirlos en una máquina. A través de prueba y error se ha logrado grandes avances en la repetición de patrones de comportamiento, pero todavía hay deficiencias en materia de intuición, habilidades motoras, actos reflejos y conciencia. Las máquinas actuales -como los robots que viajan al espacio- son capaces de tomar pequeñas decisiones, ganar una partida de ajedrez al campeón mundial, traducir múltiples idiomas, reconocer rostros de una fotografía o superar a cualquiera en concursos de cultura general. Incluso, como ocurrió con un par de robots, crear sus propios códigos para comunicarse mejor, al considerar que el inglés era demasiado complicado. Sin embargo, todavía no pueden ‘entender’ un giro idiomático ni detectar una discusión en una escena fotográfica.  La robótica ya domina patrones de acción y reacción, pero aún desconoce la capa llamada deliberativa, donde se encuentran la reflexión, la sociabilidad, la conciencia y el sentido común.

En China se ha publicado un primer poemario de un programa de IA titulado La luz solar se perdió en la ventana de cristal, cuyo autor es el software Microsoft Little Ice.  El algoritmo tenía memorizados sonetos de 519 poetas escritos en los últimos 90 años, y logró generar 10.000 nuevos en 2.760 horas. Se seleccionaron 139 para el libro y se los divulgó, bajo seudónimos, en foros de literatura, y casi nadie notó que el autor era un algoritmo.

La IA se centra en aspectos lógicos y racionales, aunque en la búsqueda de aumentar la eficacia de los sistemas, ya se está considerando la posibilidad de incorporar también componentes emotivos.  Conceptos como el amor, la atracción, el sentido de la vida, entre otros, le son aún ajenos.  Uno de los grandes retos de los científicos será resolver la incógnita de la inteligencia emocional humana. En ese momento, muchos quedaremos desempleados, incluso los columnistas.

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