Hacer generalizaciones sobre el estado de ánimo de una comunidad es siempre riesgoso y algo irresponsable, pero se pueden percibir, procesar e interpretar algunas señales —indicadores colectivos—, que nos permiten hablar de un humor social compartido.
Desde el punto de vista metodológico, es necesario señalar que los bloques demográficos socioeconómicos presentan realidades diversas y su humor y conducta social muestran paradigmas, conductas y humores distintos.
Antes, sabiendo que caigo en “lugares comunes”, es necesario resaltar algunas características y estereotipos que hacen al perfil del habitante de esta tierra. Con mucha frecuencia, se repite que el cruceño —nacido y llegado— es emprendedor, audaz, cosmopolita, dicharachero, hospitalario, ocurrente y buricero.
El emprendedurismo cruceño se forja gracias a que la actividad económica privada no ha tenido esa dependencia de la inversión pública o el estatismo, como ocurre en otros departamentos. Hay un alto y natural sentido de la oportunidad para hacer negocios. Esto, combinado con la audacia —imprudencia, en algunos casos—, y una visión universal y cosmopolita, permite que muchos rubros del quehacer económico encuentren en Santa Cruz tierra fértil para germinar.
A estos rasgos distintivos que definen su personalidad, se le han ido sumando otros tantos que se han desarrollado como una respuesta frente a los constantes desafíos y circunstancias de un país que vive como en una “montaña rusa”: con altibajos e incertidumbres, en su situación y desarrollo económico; y tensiones y convulsiones, en su escenario político.
La región, frente a una buena parte de Bolivia, ha forjado una reputación de “tierra de oportunidades”. Este es un pueblo trabajador y resiliente, que, a pesar de la incompetencia e ineptitud del Estado centralista y local, busca y explora sus propias respuestas y soluciones para sus problemas. La masiva migración interna es una demostración —de facto—, de que aquí, quien persevera en el trabajo diario puede mejorar su calidad de vida con relación a su lugar de origen.
A diferencia de otros sitios, dentro de esa ebullición social y crecimiento desordenado, se respira un aire de optimismo y esperanza. El habitante de esta tierra resiste y se aferra a su natural alegría de vivir como un pilar fundamental de su identidad. Santa Cruz es un faro de optimismo y resiliencia.
Otra de las características más notables de los cruceños es su capacidad para encontrar humor en situaciones desafiantes. El sarcasmo ingenioso y la ironía mordaz se han convertido en un mecanismo de defensa contra las tensiones diarias. Las conversaciones en Sucupira suelen estar salpicadas de chistes y comentarios ingeniosos que aligeran el ambiente y mantienen a la gente riendo, incluso en medio de la adversidad. Estas sátiras, picantes o ácidas, inundan también el mundo digital.
El espíritu festivo del cruceño palpita radiante durante el carnaval y las diversas fiestas provinciales donde la música, danza y gastronomía se mezclan en una explosión de alegría. Esta misma actitud de celebración se vive durante la feria exposición septembrina, los festivales de música y teatro, la feria del libro, entre otras tantas actividades culturales que bullen en esta metrópoli.
Una peculiaridad diferenciadora del cruceño es su fuerte sentido de comunidad. En tiempos difíciles, como lo han sido estos últimos años pospandémicos, la gente se une para apoyarse mutuamente. Kermeses, rifas y otras actividades para recaudar fondos o recursos son prácticas habituales. La solidaridad es una parte integral de la cultura en Santa Cruz. Las redes de ayuda comunitaria se han fortalecido y contribuyen a mantener alto el ánimo de la población.
Pero, no todo es color de rosa. Ese mismo ajetreo, efervescencia y agitación que provoca el crecimiento poblacional y la vertiginosa actividad económica produce también ansiedad, frustración, malestar y enojo.
Se percibe en las calles y en los entornos familiares y laborales comportamientos agresivos, irritables, intolerantes y violentos. Hay síntomas que los problemas económicos, el desempleo o los desencuentros políticos están agudizando la insatisfacción, el fastidio y el estrés de la población.
La corrupción, en todos los niveles y estamentos; junto a la inseguridad ciudadana, son dos factores que lastiman y afectan el humor social y pueden tener graves repercusiones en la calidad de vida de las personas y en la convivencia en general.
Junto a la magia del entorno, las flores y frutos de sus árboles y la riqueza y fertilidad de su suelo —y como ha sido siempre a lo largo de la historia—, será la pujanza, fortaleza y templanza de este pueblo la que enfrente estos nuevos desafíos y que nunca pierda esa cualidad de fe, esperanza y optimismo, porque ese estado de ánimo es el que sabrá enamorar y conquistar un mejor futuro para todos.