UN DIARIO QUE ESCRIBIMOS TODOS

Edgar Lora Gumiel.

El fin último de escribir es frenar el tiempo, el corazón, la mente, el recuerdo y el devenir. La palabra es la entrada a todos los mundos, pero es también el arma que congela todo. Quien escribe hace el descomunal intento de detener la vida.

Alguien dijo, después de leer el Ulysses de Joyce, que “en un día de la vida de un hombre cabe su vida entera y la de todos los seres humanos”. En 365 días del Diario de pandemia de Alfonso Cortez, no solo se ha frenado el tiempo y los acontecimientos de un año; en realidad, se ha congelado la vida, nuestras vidas. Este lapso cruel, que la humanidad no podrá olvidar por la intensidad del dolor que sufrimos, pero que, paradójica e imperiosamente, necesitará borrarlo para despertarnos la esperanza, devolvernos la sonrisa y hacernos renacer el amor, está magistralmente expuesto en este libro.

Cuando leemos la obra, además de una profunda catarsis, sentimos que el autor nos copió lo que hicimos, que hábil y subrepticiamente se deslizó en nuestra intimidad para grabar lo que cada uno experimentaba mientras sumaban los días de confinamiento. Esta obra parece un plagio a la sociedad. Es tan intensa en hechos y tan rica en situaciones que, con extrema facilidad, nos conduce a identificarnos con los sucesos que se desarrollan cada día en las páginas de esta bitácora cotidiana del autor.

Es una obra ambiciosa, acuciosa, rica y diversa en la temática, terca y caprichosamente sensible y humanista en el mensaje. Supera cualquier definición académica que quiera encasillarla en un género, pues Diario de pandemia es un documental de palabras, un archivo de imágenes reales, una crónica de acontecimientos, un álbum de sentimientos, un reportaje de historias; en realidad, es un compendio de todos los géneros en la que encontramos música, literatura, cine, política, filosofía, crítica, poesía, mucho humor, etc. Será un desafío para los lectores analizar esta propuesta multívoca y a la vez multifacética producción intelectual. Creo, sinceramente, que el lector común, los estudiosos e investigadores, los estudiantes de las universidades, la generación de pandemials, tendrán abundante material para descubrir y aprender. Alguien tenía que hacer este monumental registro y Alfonso tuve el privilegio y la visión de hacerlo con disciplina, capacidad y esfuerzo. Es un legado cultural, un patrimonio literario, un documento periodístico que nos permitirá comprender lo que hemos vivido durante este aislamiento provocado furiosamente por el covid-19.

El autor, como nosotros, estuvo aislado cumpliendo las exigencias y protocolos que imponía la situación, pero, a diferencia de nosotros, él desplegó todas sus antenas parabólicas para captar lo que ocurría en su entorno familiar, social y mundial. De esa manera logró percibir, por ejemplo, una banda de músicos que, interpretando Jumechi o El Aguilillo, se arriesgaba a salir a las calles para ganarse el pan de cada día, una sirena que anunciaba las urgencias de un enfermo, las travesuras de una nieta, que asomada a una ventana de un séptimo piso, miraba el horizonte ajena a la terrible realidad, la enfermedad de un amigo cercano, los muertos en Europa y el mundo, el carnaval morboso de nuestros políticos, los avances de la ciencia. Todo bullía en la mente del escritor y todo acongojaba su corazón. Su espíritu altruista lo obligaba a comprometerse e identificarse con el dolor de todos sus seres queridos y aún de los desconocidos y distantes y el resultado o producto final de esa angustia existencial es este extraordinario diario.

Así como una gota de lluvia, una vez sumergida en el mar, contiene a todo el océano, la vida de una persona está disuelta en el absoluto de la humanidad. Un diario íntimo no es otra cosa que una historia personal que sintetiza la existencia de todos los seres que compartimos el universo. Como decía al inicio, lo que a mí me pasa, me incluye en todos y viceversa.

En el Diario de pandemia, de Alfonso Cortez, escrito desde varias voces (entradas), están las emociones convulsionadas, las experiencias trágicas y cómicas, los sucesos históricos y culturales que nos tocó experimentar —como especie humana—, con defectos y virtudes, en el planeta Tierra.

Vigoroso en el análisis de los hechos, serio y profundo en la investigación, mordaz y elocuente en la crítica, sensible y tierno en el amor, visionario en sus enfoques, ágil, contundente y claro en el manejo de la palabra, Cortez muestra, una vez más, su erudición desbordante, su estilo maduro, su experimentada capacidad de síntesis y, sobretodo, el valor de su alma inquieta, el coraje de su espíritu quebrantado, que le permiten desnudarlo todo, hasta el asombro.

“La palabra libro —dice Sergio Pitol— está muy cerca a la palabra libre. Sólo la letra final las distancia. No se si ambos vocablos vienen del latín liber (libros) pero lo cierto es que se complementan perfectamente; el libro es uno de los instrumentos creados por el hombre para hacernos libres. Libres de la ignorancia, libres también de los demonios, del tedio, de la trivialidad, de la pequeñez. El libro afirma la libertad, establece la individualidad, al mismo tiempo fortalece a la sociedad y exalta la imaginación”.

Creo que, en el libro que el Grupo Editorial la Hoguera presenta esta noche, se cumple este texto de Pitol; pero, además, citando a Bolaño diría que: “los libros son como el océano, mientras más profundo te sumerges en él, más te falta el aire”, así esta obra nos quitará el aire por la abundancia y belleza con que han sido abordadas las diferentes entradas cuya estructura nos explicará el propio autor.

Finalmente, parafraseando a muchos pensadores quiero recordar: que se escribe para que la muerte no tenga la última palabra, que muchas veces, los escritores cumplen la función de intérpretes y salvadores del destino colectivo, que los libros son la vacuna que el hombre ha inventado contra la ignorancia y que la FIL de Santa Cruz de la Sierra esta noche se viste de gala por contar con un nuevo libro que será un alto referente para tener clara la memoria a la hora de medir los alcances sociales, económicos y las consecuencias sicológicas y clínicas que nos trajo y dejó la pandemia.

Gracias Alfonso por este gran aporte, gracias por dedicar generosamente tu tiempo a escribir la memoria de todos, siempre desde tu barbecho, sin vacuna y sin barbijo.

(Discurso en la presentación del libro, Salón Enrique Finot, Feria Internacional del Libro de Santa Cruz de la Sierra, sábado 4 de junio de 2022).

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