Publicado en El Deber el 24 de marzo de 2017

Hace 138 años, cada 23 de marzo, llenos de fervor cívico y mensajes ‘patrioteros’ del Gobierno de turno, recordamos la pérdida de nuestra salida soberana al mar en la Guerra del Pacífico. Hasta antes de la demanda impuesta por Bolivia en contra de Chile en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, buscábamos resultados distintos, haciendo siempre lo mismo. El primer fallo favorable de 2015, en que la Corte se declaró competente para seguir con la demanda sobre el diferendo marítimo, es ya un camino distinto al recurrente reclamo en foros internacionales. Habrá que esperar que la CIJ dictamine que Chile tiene una obligación pendiente con Bolivia y que ambos países puedan iniciar una negociación con un solo fin: otorgar al país un acceso soberano al Pacífico.

Mientras este largo proceso judicial sigue su curso, hay muchas otras cosas en las que debemos avanzar para romper ese enclaustramiento geográfico que dificulta nuestras actividades económicas y hacen más caras las exportaciones de nuestros productos. Es imprescindible mejorar la vertebración vial hacia todas nuestras principales fronteras y desarrollar un sistema integral de servicios, control y mantenimiento de carreteras que haga atractivo el paso de cargas y pasajeros desde un océano al otro. En los tramos en que los caminos ya están expeditos, no existen las condiciones para inspeccionar los contenedores ni la infraestructura de comedores y hospedajes de ruta que un corredor interoceánico demanda. Sumadas a estas falencias, están siempre presentes la amenaza de bloqueos y la ausencia de una policía caminera confiable y honesta.

Podríamos seguir el ejemplo y vocación de Panamá, que se ha reconocido como un país de tránsito, favorecido por su localización geográfica, su canal interoceánico y el núcleo marítimo-logístico a su alrededor. En esa misma línea, se han propuesto también convertir al aeropuerto de Tocumen en el centro de conexiones de América Latina y el Caribe. En nuestro caso, la privilegiada ubicación de Viru Viru –corazón del continente– podría permitir desarrollar un complejo aeroportuario de trasbordo internacional para toda Sudamérica. Las principales ciudades del sur (Buenos Aires, San Pablo, Santiago, Asunción, Montevideo, Lima) están a menos de tres horas de vuelo de este potencial puente aéreo. Parece ser que nuestro enclaustramiento geográfico nos ha provocado también una mediterraneidad mental. Debemos abrir el mayor abanico de posibilidades y oportunidades para romper este cerco autoimpuesto que nos tiene prisioneros y no nos permite ‘zarpar a la mar’ por otros puertos

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