Publicado el 28 de abril de 2017

Javier Menéndez Flores, el biógrafo oficial de Joaquín Sabina, en su libro Perdonen la tristeza (2000) registra esta confesión del cantautor ubetense: “Con el éxito de un disco como Hotel, dulce hotel (1987), el público que me sigue ha aumentado de manera descontrolada.  Lo considero una locura y espero que no vuelva a suceder por el bien de mi propia salud mental”.  Sabina reconocía la trascendencia de su trabajo que lo había convertido en uno de los artistas más populares y mejores pagados, pero que también su nueva vida de triunfador lo había sumergido en un asfixiante tráfago que le impedía hacer las pequeñas cosas que más le gustaban sin el acecho de sus seguidores.

En 1988, y quizás para combatir su nueva condición de superestrella, Sabina lanzó un nuevo álbum que resumía bilis y amargura.  Dejó constancia del tono descarnado de su nuevo trabajo diciendo: “El hombre del traje gris es el elepé más serio, menos comercial y con más sentido que he hecho en mi vida. Este disco es especialmente siniestro y macabro.  Son 12 historias de las que por lo menos 10 son absolutamente pesimistas, porque la realidad es una absoluta desmesura.  Me divierte y me interesa saber si son capaces de tragarse esas historias tristes, demoledoras (…) me ha salido un disco tristísimo”. Entremedio de esas adoloridas canciones aparece ¿Quién me ha robado el mes de abril?, que a decir de los críticos, es la canción más brillante y amarga de todo el álbum y donde se aprecia, con mayor notoriedad, la influencia de Bob Dylan (nobel de Literatura 2016).

En la segunda parte, Sabina en carne viva. Yo también sé jugarme la boca (2006), Menéndez señala que Joaquín “ha terminado por conceder que la condición de poeta que tantos le adjudicaban, y que él siempre se mostró renuente a aceptar, no era ni mucho menos descabellada. Un poeta que cultiva, o más bien esgrime, un verso obscenamente nihilista que propende a la letanía y a las referencias culturalistas y que delata que fue forjado al calor de variadas y bien asimiladas lecturas (…) amén de un singular cantante, es uno de los más altos orfebres de la canción en español”.

Y yo añadiría, que hubiera sido un nobel más entretenido y amigable que el oscuro y esquivo Bob. El 24 de marzo se puso a la venta su decimoctavo disco, Lo niego todo (2017), siguiendo con ese tono intimista, confesional e impregnado de nostalgia de toda su obra. Usando abril como excusa, y porque además pasó tan rápido que podría pensarse que alguien se lo robó, me pareció oportuno volver a calle Melancolía, esquina Tirso de Molina.

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