Publicado en El Deber el 23 de septiembre de 2016

Al cumplir doscientos seis años de la gesta libertaria del 24 de septiembre de 1810, y contrariamente a lo que reza el himno departamental, bajo uno de los cielos más impuros de América, los habitantes de Santa Cruz debemos repensar el futuro de esta locomotora que nos está intoxicando con su humareda.

“Santa Cruz se cocina lentamente en el fuego de su modelo de desarrollo”, escribió acertadamente el periodista Pablo Ortiz, en el informe central del suplemento Séptimo Día de este diario. Y es que, sino se hace un alto en el camino, esta es la historia de un descarrilamiento anunciado.

No podemos quedarnos apenas con levantar estadísticas de la tragedia. Las doscientos cuarenta mil hectáreas que arden por año, entre quemas legales e ilegales, están ocasionando una deforestación sin precedentes.

Es insostenible seguir ampliando la frontera agrícola aliados con el fuego. Las brasas no pueden seguir siendo la tecnología de nuestro proceso productivo. Es urgente explorar nuevas formas de producción agrícolas más ecológicas.

Se dice, con orgullo, que la cosecha del agro cruceño contribuye a garantizar la seguridad alimentaria del país. Sin embargo, es inconcebible sacrificar la salud pública debido a modos de producción insostenibles e ineficientes prácticas agropecuarias.

Algunos meses del año, nos estamos acostumbrando a respirar aire contaminado. Otros tantos, a soportar vientos huracanados de hasta ochenta kilómetros por hora. Y desde hace algunas décadas, a padecer elevadas temperaturas que las atribuimos al calentamiento global. Vivimos, como los habitantes primigenios, esperanzados con la lluvia.

Quisiera creer que en esta efemérides departamental, además de agua, lo que esperemos sea una lluvia de ideas. Propuestas que nos ayuden a evitar la erosión de nuestros suelos. Espacios para discutir y repensar nuestro futuro. Sugerencias para que la locomotora del país avance a paso firme bajo un cielo, aunque no sea tan puro como el del himno, pero sí lleno de ilusiones y esperanzas, como es el cielo de septiembre.

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