Publicado en El Deber el 22 de diciembre de 2016

El viaje para estar presente en la graduación universitaria de mi hijo me regaló muchos instantes para conversar con él y escuchar sus opiniones y planes sobre su futuro. Esto de que “el fin de un ciclo es el principio de algo nuevo” se hace una realidad tangible en situaciones como esta. El cierre de los ciclos personales puede despertar diversas emociones y reacciones muy particulares que difieren entre unos y otros. Existe una mezcla de ansiedad, angustia e incertidumbre, impregnada al mismo tiempo de optimismo, esperanza e ilusión.

Lo mismo ocurre en los ciclos colectivos. Emociones y sentimientos encontrados nos agobian los últimos días del calendario. Una extraña sensación nos invade en este periodo entre el cierre y el comienzo de un año. El fin de un ciclo nos invita a reflexionar, a sacar conclusiones y a evaluar nuestra propia vida en sus diversas facetas.

En el balance de fin de gestión aparecen las metas no alcanzadas y los objetivos no cumplidos que nos podrían llevar a estados de frustración, tristeza o depresión. Pero, siempre hay la otra cara de la medalla: nuestros pequeños o grandes logros, nuestras conquistas y propósitos realizados que nos deberían llenar de orgullo, satisfacción y optimismo.

Evitemos dejarnos llevar por esa suerte de ‘mandato social’ de querer concluir todo antes de fin de año, aun lo que no es necesario. Darnos, nosotros mismos, órdenes imperativas de concluir, ejecutar, organizar, ordenar, limpiar, devolver, visitar, planificar, etcétera, pueden provocarnos un estrés emocional innecesario y evitable. El mundo no se termina el 31 de diciembre.

Lo vivido en este tiempo –que ya es pasado– nos ayuda a tomar previsiones para un misterioso y enigmático porvenir. No vale la pena vivir absortos por un futuro que llegará con nosotros, sin nosotros o a pesar de nosotros. Vivamos plenamente el hoy que es un regalo, y por eso se llama presente.

Comparto con ustedes una frase que mi hijo, con nostalgia y agradecimiento, publicó en Facebook al finalizar este quinquenio fuera de casa: “Soy partidario de que uno tiene que disfrutar el camino, y no tanto el hecho de llegar a la meta. Al fin y al cabo, cruzar la meta toma un segundo, mientras que llegar a ella puede tomar toda una vida”.

Desde esta columna, brindo por la oportunidad de un nuevo año para cerrar ciclos, para aprender de mis errores, para agradecer por todo lo bueno recibido e intentar ser mejor ser humano cada día.

¡Felices fiestas!

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