Publicado en El Deber el 7 de octubre de 2016
“Revolucionario, loco y libre” fue el encabezado que elegí para describir al personaje que, a finales de 1993, me concedió una larga entrevista como candidato de un municipio que llamaré Sucupira.
Han pasado más de un veintena de años y mucho se ha escrito y dicho sobre él. Sin duda, fue un personaje desbordante, a veces excesivo y que nunca le tuvo miedo al ridículo, e hizo de sus excentricidades su sello personal.
Su indiscutible carisma le permitía alcanzar cotas increíbles de popularidad que le concedían ciertas licencias y transgresiones en su comportamiento, sin alterar su mayoritario apoyo en las urnas. Además, su gestión de gobierno era combativa, arrolladora, eficiente, optimista y visionaria.
No puedo precisar en qué momento, ese particular estilo fue perdiendo su gracia y de “loco bello” pasó a ser un personaje caricaturesco, y en algunos pasajes, hasta grotesco.
Es difícil volver a verlo en persona. Siempre está rodeado de un séquito de guardias personales, entornos cortesanos y un nutrido cortejo de tira sacos que lo tienen aislado y capturado. He leído y acompañado sus polémicas declaraciones, sus agresiones verbales, sus innegables acosos sexuales seguidos de disculpas públicas, su confusión mental al hacer uso de la palabra, su evidente deterioro intelectual y su desorientación y disturbios con el lenguaje.
He investigado que el menoscabo progresivo de las funciones cognitivas viene dado por el envejecimiento de las células cerebrales que provoca confusiones mentales, dificultades en la toma de decisiones y en la comunicación, conductas agresivas, desinhibición extrema, alteraciones imprevisibles del estado de ánimo y trastornos del comportamiento alimentario y sexual.
Es decir, todos y cada uno de los síntomas del síndrome en el que la persona pierde muchas de sus capacidades psíquicas, especialmente las cognitivas, y sufre también de cambios en la conducta. Si lo que padece no es demencia senil, se le parece mucho. Menos mal que Sucupira no existe y todo este relato es producto de mi imaginación, excepto la entrevista del 93.