Publicado en El Deber el 18 de noviembre de 2016
Emmanuel Bishop (19) es protagonista de una historia de superación sorprendente. Este joven estadounidense aprendió a leer a los 2 años, a los 6 aprendió a tocar el violín, fue medallista en olimpiadas de golf y natación, habla en 4 idiomas, y hoy es un virtuoso músico que dirige orquestas sinfónicas por todo el mundo, venciendo los prejuicios impuestos a quienes se le ha diagnosticado el síndrome de Down.
Este síndrome es un trastorno genético causado por la presencia de una copia extra del cromosoma 21, en vez de los dos habituales. Es una condición genética obtenida antes de nacer y que se presenta de forma natural en uno de cada 800 nacimientos. Las personas con este síndrome tienen una probabilidad superior a la de la población general de padecer algunas enfermedades, especialmente de corazón, sistema digestivo o endócrino. La atonía muscular les dificulta el aprendizaje motriz y pueden experimentar diversos grados de dificultad en sus habilidades comunicacionales y cognitivas.
Emmanuel es una fuente de inspiración para demostrar que la inclusión produce resultados asombrosos. Es necesario construir una sociedad inclusiva en la que se valorice la diversidad humana y se fortalezca la aceptación de las diferencias individuales. Una sociedad en donde cada uno es responsable por la calidad de vida del otro, aún cuando ese otro es distinto.
Como casi todo, la inclusión comienza en la familia. En este núcleo social la persona debe sentirse aceptada, contenida y valorada. Es el primer espacio de interacción social para construir una vida autónoma, independiente y autosuficiente. Después viene la inclusión escolar, que supone una escuela estructurada sobre la base de la diversidad; pensada y organizada en función de las diferencias entre sus alumnos.
Luego, está la inclusión laboral, clave para conseguir independencia financiera y satisfacciones en lo emocional y material. Finalmente, la inclusión social: la comprensión, empatía e interactividad son imprescindibles para cualquier persona, y en especial, para quienes hacen las cosas de una manera distinta y a ritmos desiguales. Esto es válido para quienes tienen síndrome de Down o cualquier otra característica que los hace “distintos”.
Sueño, como lo hacen todos los padres de estos niños, que podamos tener muchos Emmanueles. Que la inclusión, en todos los ámbitos, sea la formula para una mejor calidad de vida de nuestros Emmanueles. Que lo que nos distinga sea lo que nos hace ser únicos. Que, como sociedad, sepamos aceptar y celebrar nuestras diferencias.