Publicado en El Deber el 9 de diciembre de 2016
Hace un par de días atrás, un buen amigo que se jacta de ser un geek (persona fascinada por la tecnología y la informática) compartió en un grupo de WhatsApp unas increíbles escenas de acrobacias aéreas de cazas militares, que supuestamente acompañaban al avión que llevó a Chapecó los cuerpos de los futbolistas que perdieron la vida en Medellín. Unas horas después, aún conmovidos por las imágenes y las circunstancias del trágico accidente, otro integrante del grupo aclaró que éstas correspondían a una demostración de la fuerza aérea de Abu Dabi, como parte del espectáculo de la competencia automovilística de Formula Uno, que se lleva a cabo en ese emirato.
Las redes sociales bullen de perlas informativas. La inmediatez de estos canales de comunicación ha democratizado el acceso a la información que circula sin ningún tipo de filtro ni edición, y las falsas historias y rumores se hacen virales en pocos segundos. Por simple inercia, se acepta como cierto aquello que se lee en la pantalla de cualquier dispositivo, y los usuarios nos hemos convertido en amplificadores de noticias, no siempre verdaderas.
Las redes, como vitrinas sociales, nos retan permanentemente a demostrar que estamos mejor y más tempranamente informados. Muchas veces, no queremos saber si una historia es cierta o no, nos basta con que ésta refuerce lo que pensamos o sentimos prejuiciosamente. Otras veces, en un intento de colaborar con algún supuesto problema, o para prevenir a nuestros contactos de alguna aparente amenaza, compartimos información que no hemos verificado ni comprobado, multiplicando así la confusión.
Los efectos colaterales de la divulgación de engaños o imprecisiones pueden tener serias consecuencias. Se ha dado el caso de pérdidas en la cotización de las acciones de una empresa por rumores sobre la calidad de sus productos. O más dramático aún, el asesinato de una mujer inocente en Guarujá, San Pablo, cuyo parecido físico al identikit de una secuestradora de niños, -subido en una página de Facebook-, provocó que sus vecinos la lincharan hasta la muerte.
La democratización de internet, los medios digitales y las redes sociales están creando una nueva realidad en la comunicación. Es necesario un espíritu crítico para evitar propagar falsos rumores. Es muy distinto leer una noticia de una fuente de reconocida credibilidad que de un blog anónimo. El sentido común sigue siendo el aliado ideal para separar el grano de la paja, y no pecar de ingenuos.