Publicado en El Deber el 6 de octubre de 2017

En una reciente visita a Córdoba pude percibir la intensa actividad de sus estudiantes universitarios reflejada en la vida cotidiana de la capital de la provincia del mismo nombre. Más allá de la natural movida nocturna de esta joven población, que puede estar ruidosamente congregada en numerosos boliches de música electrónica -al lado de ruinas jesuíticas del siglo XVII-, su vitalidad está también presente en el quehacer cultural de la segunda ciudad argentina más poblada, después de Buenos Aires. La Universidad Nacional de Córdoba, fundada en 1613, es la más antigua del país y la cuarta de América. Córdoba, la Docta, debe este apodo a que durante más de dos siglos fue la única en el país y desde sus aulas se generaron muchas de las reformas universitarias que contagiaron al resto del continente (autonomía, cogobierno, acceso por concursos, libertad de cátedra, gratuidad).

En La Voz del Interior -el principal diario local- se puede apreciar la importancia que la comunidad universitaria (además de la pública, hay 7 privadas) tiene en la vida de esta sociedad. En la reciente restauración de la maravillosa iglesia neogótica, la parroquia Sagrado Corazón de Jesús de los Capuchinos, un grupo de docentes hizo conocer su voz sobre la composición cromática y fueron escuchados por el equipo restaurador. En las calles del bohemio barrio Güemes se pueden visitar numerosos centros culturales, galerías de arte, tiendas de diseño, espacios de danza y música al vivo, la mayoría de artistas emergentes que todavía cursan clases en alguna de las universidades, que aglutinan al 10% de la población total.

Santa Cruz de la Sierra tiene casi 160.000 universitarios (112.000 en la pública y 45.000 en las 15 privadas), es, de lejos, el polo de educación superior más importante de Bolivia que atrae a nacionales y extranjeros (15.000). Sin embargo, esta realidad demográfica todavía no se refleja más allá de los límites del campus universitario. En 2015, “con la finalidad de promocionar el potencial académico de la capital, además de generar un foco de atención en las nuevas posibilidades que está generando el movimiento de estudiantes en la región”, se la declaró Ciudad Universitaria. Es de esperar que esta realidad influya no solo en la economía, sino también en la política y la cultura de la urbe. Quisiéramos leer pronunciamientos de la academia sobre los aspectos legales que ahora están en boga; sobre obras civiles e infraestructura urbana; que las casas superiores tengan elencos estables en las diferentes expresiones culturales; que la U no sea solo fiesta.

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